La economía está signada por las expectativas, pueden ser optimistas o pesimistas, y cuando se trata de hacer negocios y multiplicar las inversiones, es mejor un oscuro panorama.
Warren Buffett, “el Oráculo de Omaha”, es uno de los cinco hombres más ricos del mundo con un patrimonio que supera los US$110.000 millones. Sus consejos sobre inversiones son un cliché en el mundo de los emprendedores y muy repetidos en las escuelas de negocios.
Siempre le adjudican frases célebres sobre cómo rentabilizar las inversiones, una de ellas es “comprar barato y vender caro”, común entre los comisionistas de bolsa, una cita célebre porque la naturaleza consumista del hombre es contraria, vende cuando hay crisis o no invierte y se monta en lo mismo que hacen las multitudes.
La literatura de los negocios dicta que Buffett plantea que “las oportunidades se presentan con poca frecuencia. Cuando llueva oro, pon fuera el balde y no el dedal”.
Difíciles lecciones en un momento en que todo parece malo y con tendencia a empeorar; en pocas palabras, más Murphy que Buffett. Pero no se puede hacer economía con expectativas negativas, es la ciencia que domina la administración de los recursos escasos, desde las familias, las empresas y el Estado, quienes a través de sus decisiones afectan los precios, el desempleo y el crecimiento.
Los momentos de consumo, ahorro e inversión, determinan la incertidumbre; la manera como se toman las decisiones cotidianas determina el progreso de las sociedades. Colombia experimenta una crisis de credibilidad gubernamental y una ola de violencia, factores que plantean un mal escenario al comienzo del segundo semestre del año.
El crecimiento de la economía estará en torno a 2% al finalizar el año y el próximo puede recuperarse hasta 3,5%; atenidos a las cifras, los pesimistas por lo general se equivocan y la historia del país lo ha demostrado.
En Colombia existe una red empresarial, industrial y financiera bastante robusta que ha impedido que la economía caiga en número rojos. Hay que leer los datos del Dane e interpretarlos correctamente; al final del primer trimestre predominaba la visión de que la crisis se acentuaría; lo mismo ocurrió en diciembre de 2023, cuando la recesión tocaba a la puerta, y todo ha ido mejorando a paso muy lento, inferior a lo que ocurre en países similares.
Para este segundo semestre, una de las sorpresas más positivas puede ser el comportamiento del consumidor; con las tasas cayendo, al igual que la inflación, la venta de carros y de casas puede mejorar, al mismo tiempo que el cambio de ministros le inyecte al Estado una fuerte dosis de ejecución, de tal manera que ese 2% de crecimiento del PIB se convierta en una realidad.
Una cifra muy baja, pero es lo que se tiene de momento. Siempre a los optimistas les va mejor que a los pesimistas, eso ocurre en el corto, mediano o largo plazo.
Sigue habiendo mucho pesimismo, un contexto bueno para hacer inversiones y comprar barato. No hay mucho teórico económico del pesimismo per sé, pero sí mucha literatura de quienes en las crisis hicieron su agosto.
El pesimismo sigue siendo el cordón umbilical de las noticias generales, las redes sociales y el mundo de la política, pero no en la economía, en la que las malas cifras siempre serán una buena oportunidad -para volver a lo mismo- de comprar barato y luego vender caro.
Los datos empiezan a dar avisos de recuperación en crecimiento, inflación, devaluación, entre otros. Colombia es un país de regiones y ciudades que están generando nuevas riquezas, al tiempo que otros centros urbanos emergentes no se están quedando atrás. Hay que ver el vaso medio lleno.
Información extraída de: https://www.larepublica.co/opinion/editorial/no-puede-hacer-escuela-el-pesimismo-3891699