Las decisiones económicas tienen efectos rezagados, por lo cual no tienen un impacto inmediato, sino en el mediano plazo. Este efecto lo saben muy bien los ‘hacedores de políticas económicas’ (policy makers), y por ello es que las buenas políticas son difíciles de justificar (porque las personas no sienten el efecto positivo desde el día uno) y a las malas políticas les “cae como anillo al dedo” (cualquier política por perversa que sea, no tendrá los malos impactos en los próximos meses).
Las malas políticas económicas siempre tienen algún componente que desencadenará en el futuro mayor endeudamiento, mayor déficit fiscal, mayor inflación y/o mayor devaluación de la moneda propia. Sin embargo, como esos efectos son rezagados, tomar una mala política hoy no parece tan malo, porque su efecto no es inmediato. De hecho, en el puro inicio a veces pareciera que su efecto es positivo (un ejemplo claro: aumentar la base monetaria en un primer momento pareciera tener un efecto positivo porque aumenta el consumo; pero tiene un impacto posterior plenamente estudiado que es la inflación … eso es en parte lo que ha experimentado el mundo desde 2021; y en algunos países este tipo de políticas ha tenido hiperinflación).
Ahora, las buenas políticas económicas requieren sacrificio, y eso no le gusta a la población. Un ajuste económico que encauce la economía a menor inflación, mayor inversión, mayor ahorro, menor devaluación, entre otras, requiere de meses o años para que se vean los efectos. Pero en un primer momento, lo que siente la población es desempleo, caída de ingresos, falta de oportunidades, epor citar algunas.
Desde el punto de vista sicológico, esto tiene una explicación: los humanos ‘sufrimos’ de algo que es el descuento hiperbólico, que no es otra cosa que elegir la recompensa inmediata sobre la recompensa futura, aunque esta última sea sustancialmente mayor. Los humanos somos inmediatistas, y si no vemos recompensas hoy mismo, no nos gusta. Por ello es que no ahorramos, porque eso implica esperar el beneficio en el futuro; y en el caso de la economía, no esperamos los resultados positivos.
Es clave para evaluar una política económica, entender los efectos en 10, 15, 20 años o mas. Es un ejercicio complejo, porque también los humanos evitamos este tipo de análisis porque le cuesta mucha energía al cerebro hacerlos (y los humanos tratamos de ahorrar energía cerebral, por eso usamos los atajos mentales, que facilita la vida a la explicación simplista y dificulta enormemente la explicación profunda)
Cuando las sociedades pongan en una balanza los efectos de largo plazo y estos primen sobre la recompensa inmediata o impacto inmediato, probablemente se tomen medidas más correctas que beneficien a la población en conjunto: la presente (nosotros), la futura (nuestros hijos), la siguiente (nuestros nietos), y más allá!!!! (y lo mismo pasa con nuestras finanzas … pero eso lo hablaremos luego)
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