La compleja tarea de crecer y descarbonizar la economía

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Si bien el país cuenta con una baja producción de CO2 por cada dólar del PIB, las metas exigen que esta llegue a cero. Las estrategias son variadas.

La frase del presidente Gustavo Petro en una entrevista con The Washington Post fue concluyente: “Queremos detener la dependencia de la economía colombiana en los combustibles fósiles y movernos rápidamente hacia una economía descarbonizada”, aseguró.

Y además resume una de las principales promesas de campaña con las que ha trabajado el Gobierno como un eje central de su política pública y que se enmarca en los compromisos globales hacia la reducción de emisiones.

Ahora bien, ¿qué significa? El término hace referencia a la reducción gradual de las emisiones de dióxido de carbono equivalente (CO2eq), así como la mitigación de las que haya, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde).

Tomás González, phD en Economía de la Universidad de Londres y director del Centro Regional de Estudios de Energía (Cree), explica que la medición se hace al comparar la intensidad en emisiones frente al PIB, para determinar la cantidad que genera, en promedio, un país frente al tamaño de su economía.

En este sentido, Colombia se propuso llegar a una emisión neta cero, alineada con los compromisos que hicieron una serie de naciones en el Acuerdo de París del 2015, en el cual el país prometió reducir en 50% la intensidad de sus emisiones para el 2030 y llegar a la carbono-neutralidad para el 2050.

Al analizar los datos recogidas por el portal Our World in Data, se evidencia que el país se encuentra muy por debajo del promedio mundial de intensidad de emisiones de dióxido de carbono sobre el Producto Interno Bruto. Esto significa que el punto de partida para Colombia es mejor frente a otras naciones.

De acuerdo con la información recabada por ese portal, en el 2018 (último registro disponible), cada punto del PIB a nivel global significaba, en promedio, una emisión de 300 gramos, mientras que en Colombia este indicador era de 130 gramos para el mismo año.

Al revisar la actividad frente a países de la región, el país también está bien ubicado. Por ejemplo, para Chile, en dicho año, el dato fue de 200 gramos, mientras que para Brasil fue de 160.

Los que más emiten

Al profundizar en el caso colombiano para descubrir cuáles son los mayores generadores de emisiones, se encuentra que se trata del sector de agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra (Afolu) el que tiene mayor peso en términos de los gases de efecto invernadero que se emiten a la atmósfera.

Este responde por el 59,1% de las difusiones de Colombia, de acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones y Absorciones de Gases de Efecto Invernadero, del Ideam, con corte al 2018. La última medición presentada al respecto muestra que la nación emitió 303 millones de toneladas de CO2

Para dicho año, los cálculos del Ideam mostraban que el segundo sector con mayor impacto en este campo era el energético, respondiendo por 31% del total, seguido por el de residuos, con 7%, y procesos industriales y usos de productos, con 3%.

Esto significa que los esfuerzos deberían estar enfocados mayoritariamente en controlar las emisiones que genera el sector Afolu. Al respecto, el estudio ‘Análisis costo-beneficio de las opciones para alcanzar cero emisiones netas en Colombia’, realizado por investigadores de la Universidad de los Andes para el Banco Interamericano de Desarrollo, señala que, en un escenario de mitigación, ningún sector lograría la meta de descarbonización planteada en los objetivos.

Se requeriría que la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra empiecen a generar emisiones negativas desde el 2014, es decir que absorbiera más de lo que emite en el neto. Al respecto, Juan Miguel Vásquez, director ejecutivo nacional de Fedemaderas, expresa que la mayor aportante de este sector en cuanto a emisiones es la deforestación, por lo cual el foco de política pública debería estar girando en torno a este eje.

Agrega además que la industria maderera del país cuenta con prácticas sostenibles y es hoy de las que podrían generar impactos positivos en las metas de Colombia, puesto que es la única que podría, incluso, absorber más de lo que emite.

Vásquez advierte que el Gobierno se debería “centrar en políticas de reducción, pero no asistencialistas, es decir, no sólo por el pago de servicios ambientales sino también en incentivar prácticas como los bosques productivos”.

Panorama difícil

Vale la pena destacar que la problemática asociada a la deforestación de bosques sigue siendo un tema complejo. Datos del Ministerio de Ambiente muestran que en el 2023 la deforestación cayó entre 25% y 35% frente a la cifra del 2022, cuando se estimó que se habían perdido 123.517 hectáreas de bosque.

A pesar de que esta cifra parece positiva, lo cierto es que en lo corrido del 2024 este indicador ya se acerca al registrado en el 2022. Susana Muhammad, ministra de Ambiente, explica que entre enero y marzo se han evidenciado alzas y la deforestación ya alcanza las 109.000 hectáreas.

Ahora bien, otro de los sectores que juega un rol crucial en términos del uso del suelo y las emisiones
es el ganadero. Óscar Cubillos, jefe de la Oficina de Planeación y Estudios Económicos de Fedegán, afirma que el sector ya ha logrado grandes avances, pero se lamenta porque “las narrativas nos pintan como los mayores emisores de gases de efecto invernadero.

Sí, emitimos sobre todo metano, pero también capturamos”, dice. Y agrega que en el caso de la industria
colombiana hay un rol positivo gracias al uso de ganadería de pasto y silvopastoril. Este último sistema, en el que ha trabajado la industria en la última década, presenta una serie de beneficios.

Captura más gases de efecto invernadero que la ganadería tradicional, que es más intensiva; además, le damos más alimento al animal y así producen mejor. Eso significa que hay menos presión por el uso de la tierra”, afirma Cubillos. El hecho de que la ganadería use menos tierra da más oportunidad para el avance de los bosques y otros usos de la tierra con efectos positivos. El vocero indica que esta es una de las principales estrategias que se están usando en la industria.

Nosotros somos carbono-neutrales, e incluso absorbemos más de lo que emitimos en Colombia, a diferencia de otras naciones”, asevera. Ahora bien, dice que el efecto puede aún ser mayor, por lo que se necesita el apoyo del Gobierno para que se implementen sistemas silvopastoriles, que pueden ser intensivos en costos, para que pequeños y medianos ganaderos los puedan implementar.

El papel de la energía

De otro lado, uno de los principales focos de la ejecución de política pública está relacionado con el sector energético. González explica que, en el sector, la mayor intensidad se concentra en los usos primarios de energía como combustibles líquidos para el transporte.

En este sentido, señala que el reto para descarbonizar este renglón económico pasa por temas como la
electrificación de las flotas, aunque aún por temas de costos no es una decisión competitiva. Por este motivo, el experto destaca que se le debe apuntar a la mayor incorporación de biocombustibles, que no requieren un cambio en las flotas actuales. Así mismo, en el futuro el hidrógeno verde jugará un rol fundamental.

Ahora bien, con respecto a la generación eléctrica, el país cuenta con una matriz principalmente renovable gracias a la alta participación de hidroeléctricas. Esto ha logrado que las emisiones de este sector sean relativamente bajas en comparación con otras naciones.

Sergio Cabrales, doctor en Administración de Empresas y profesor asociado de la Universidad de los Andes, estima que para que se genere un kilovatio/hora en el país se producen unos 150 a 160 gramos de CO2 equivalentes. La cifra es significativamente menor al compararla con la de otros países. Por ejemplo, India sobrepasa los 700 gramos por cuenta de la alta permeación de la generación térmica.

De igual manera, a nivel mundial, el indicador se ubica sobre los 450 gramos por kilovatio. “Para generar
energía, el mundo emite tres veces lo de Colombia”,
 asevera Cabrales. Esto implica que, en términos de la energía, el principal trabajo se debe enfocar en lo referente al transporte. Datos del Plan Energético
Nacional de la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) revelan que los combustibles líquidos representan el 42% del consumo final de energía del país, con lo que su cambio será el principal aportante a esta transformación.

González destaca que una de las principales problemáticas en este sector es la ineficiencia energética,
que representa hasta 65% del consumo total, con lo que, si se trabaja en mejoras en términos de eficiencia, se podría hacer un avance significativo.

Esto ya ha sido caracterizado por la cartera de Minas y Energía, que en el 2022 presentó un documento con respecto a este tema para los vehículos livianos y en el que afirma que “regular la eficiencia energética en vehículos livianos nuevos también representa una oportunidad importante para reducir el consumo de combustible, y en consecuencia las emisiones”.

Así mismo, el análisis de la cartera apunta a que otro de los aportes que se puede hacer en este sentido es mejorar la calidad de la gasolina y el diésel para generar menores emisiones. Esto implica a su vez la mayor incorporación de biocombustibles y combustibles bajos en azufre.

Ahora bien, González enfatiza en que la industria también juega un rol relevante, puesto que su consumo energético suele estar dado por combustibles líquidos o carbón. “Tenemos que encontrar la forma para que funcionen sin quemar tanto estos combustibles”, advierte.

Esto va a implicar cambios tecnológicos para que algunas industrias puedan reemplazar estos energéticos y a la vez se adapten a las necesidades particulares.

Dependencia del petróleo

De otro lado, el presidente Gustavo Petro ha sido enfático en su intención de bajarle relevancia en la
economía a los hidrocarburos, que responden por una parte de las emisiones del país. Sin embargo, una de las preocupaciones al respecto va por cuenta de la alta dependencia de la economía al petróleo y al gas.

De hecho, de acuerdo con el Banco de la República, al referirse a la Inversión Extranjera Directa, el sector petrolero movilizó US$2.703 millones, de los US$17.446 que ingresaron a cierre del 2023. Esto quiere decir que es, después del sector minero, el que más atrae divisas, con una participación de 15,4% del total.

Adicionalmente, las más recientes cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane)
muestran que, en el primer trimestre del 2024, la actividad de extracción de petróleo crudo y gas natural y actividades de apoyo para la extracción de petróleo y de gas natural generó $6,5 billones al PIB, sobre un total de $248,1 billones. Es decir, representó 2,6% del Producto Interno Bruto de la Nación.

Si a esto se suma el aporte en términos de impuestos y regalías, se concluye que es uno de los sectores
más relevantes para la economía, por lo que dejar de tenerlos en las cuentas generaría un impacto considerable al país.

Este es un hecho que reconoce el ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, que dice que “la transición no es cambio de tecnología, sino un cambio productivo. Eso implica costos de producción y, en el fondo, es una transformación productiva y económica”.

En este sentido el Gobierno Nacional ha hecho propuestas que incluyen la reindustrialización del país, una mayor participación del agro o el impulso al turismo. Sin embargo, estas actividades aún no podrían reemplazar económicamente a los hidrocarburos, con lo que una salida rápida de estos podría generar efectos adversos en la economía.

González señala que, en el caso de Colombia, hay que tener en cuenta el equilibrio que se debe generar entre los planes ambientales y sociales, puesto que un cambio en este sentido puede tener efectos en los precios.

Por eso señala que algunas de las prioridades en cuanto a la energía deberían estar dadas por la reducción de la pobreza energética al analizar las opciones con menor efecto en emisiones.

Avance pobre

De otro lado, el Climate Action Tracker (CAT), un proyecto independiente que analiza los avances
de los países en sus compromisos y acciones para cumplir los compromisos de reducción de emisiones, asegura que tanto los avances como las políticas emitidas son insuficientes en términos generales. Si
bien señala que los objetivos al 2050 son aceptables, el análisis apunta que aún es pobre el desempeño.

Colombia necesita tomar medidas más enérgicas para reducir las emisiones en todos los ámbitos. En el 2020 actualizó su NDC (Contribución Determinada a Nivel Nacional, por sus siglas en inglés) con una meta más firme, pero no fue lo suficientemente lejos. No está en camino de cumplir con su NDC actualizada, ya que las políticas actuales superan en aproximadamente un 24% el objetivo. Incluso con las medidas planificadas, Colombia necesitará más acciones para alcanzar su objetivo actual y ser compatible con la meta del 1,5°C”, asegura el CAT en su página web.

Ahora bien, el informe señala que el desempeño ha tenido una mejora frente a las evaluaciones anteriores, gracias a la intensificación de las políticas relacionadas a otros sectores fuera del uso de la tierra.

Cabe recordar que Colombia estableció desde el 2011 la Estrategia Colombiana de Desarrollo Bajo en
Carbono y Resiliente al Clima, por medio de la cual se establecieron cuatro fases escalonadas para lograr el objetivo de las emisiones netas cero, de las cuales las dos primeras fases ya han pasado: la preparación y planeación.

Este plan implica que entre el 2024 y el 2030 el foco del país debe ser la aceleración, por medio de acciones sectoriales que maximicen los impactos positivos. Y del 2030 al 2050 se daría la fase final de transformación y consolidación.

El papel para la mitigación

Para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se planean medidas que tiendan a la
disminución de estas en el proceso productivo. Adicionalmente, se planean estrategias referentes a la compensación, para lo cual los bonos de carbono han ganado relevancia en los últimos años.

Este mecanismo permite el intercambio de los beneficios por la absorción de una cantidad de CO2
a cambio de una compensación, que le permite a la empresa compradora certificar que una parte de lo que se emite va a la atmósfera 
y, de esa forma, reduce el neto.

González explica que esto se puede hacer por medio de la reforestación, para que de forma natural se
cree la capacidad de absorber el equivalente a los que se está lanzando y apostar para ello una transacción.

Estas certificaciones de mitigación juegan un rol importante, especialmente en industrias que tienen mayores dificultades para reducir sus emisiones, como es el caso de las fabricas de generación térmica o del transporte.

Cubillos señala que, al ser carbono-negativa y poder mejorar sus cifras, la ganadería nacional podría
incluso entrar a este mercado y, de esta forma, contribuir con el avance en las metas del país y del mundo.

Ahora bien, el director del Cree resalta que es importante entender que esto tiene un límite natural, dado por la disponibilidad de la tierra para hacer este proyecto. Otro de los mecanismos en este sentido es la captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) que permite que se “filtre” o “atrape” el CO2 que se emite y se pueda enterrar o incluso darle otros usos, como la creación de ladrillos para construcciones.

Esto fue resaltado por los gremios de generación térmica y de productores de carbón de Colombia, que afirmaron que están trabajando con estas herramientas para en el futuro reducir los impactos ambientales de su operación.

Ahora bien, una de las dificultades con respecto a esta tecnología está relacionada con el costo de acceso, que actualmente es muy elevado. Otro tema en el que se está trabajando es en la implementación de blending o mezclas de tecnologías con menores emisiones en su operación. Tal es el caso de las mezclas con biomasa, con residuos e incluso con complementariedad de las energías renovables no convencionales.

Crecer sin emisiones

Esto significa que, a nivel de acciones, se debe ser ‘poligámico’ e implementar medidas variadas de
mitigación y adaptación que cubran todos los sectores. Con este coctel, el país estaría más cercano a sus metas. El reto para Colombia se presenta por dos frentes: descarbonizar la economía actual y generar un crecimiento sostenible sin emisiones.

Tomás González señala que no hay una ‘bala de plata’ que le permita a Colombia solucionar temas de crecimiento al tiempo que de aporte ambiental, pero que crecer es una prioridad para mejorar los indicadores sociales como la pobreza.

Al respecto, el ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, señala que el objetivo es “que la industria tenga que ir migrando a nuevas energías y, por ese camino, se empieza a desarrollar la descarbonización de la economía”.

González, por su parte, explica que se ha evidenciado históricamente una correlación entre el
mayor crecimiento de las economías y una mayor intensidad en las emisiones. Eso plantea para Colombia el reto de encontrar estrategias para crecer sin emitir, y contribuir con aspectos sociales fundamentales como la disminución de la pobreza y las necesidades básicas insatisfechas.

Tenemos que crecer de la forma más limpia, pero debemos ser pragmáticos e incluso debemos preguntarnos si las metas de net zero al 2050 son las que más nos convienen”, asegura.

Añade que el país debe encontrar un camino en el que los ingresos del petróleo continúen apoyando planes sociales y de transición energética, con lo que no se debería salir de los hidrocarburos por su impacto en las finanzas del país.

Información extraída de: https://www.portafolio.co/negocios/industrias/la-compleja-tarea-de-crecer-y-descarbonizar-la-economia-616121

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