El discurso presidencial del 20 de julio ratifica que el Gobierno usará una versión acomodada de su balance económico para la campaña de 2026.
Cada mes que pasa reafirma la idea de que las elecciones nacionales del 2026 no serán definidas en torno a agendas de corte económico. De hecho, los temas de seguridad y orden público vienen ganando preponderancia en las angustias de los ciudadanos, y el gobierno Petro se beneficia de una inflación a la baja, el sostenimiento del trabajo informal y el dinamismo del consumo de los hogares.
No obstante, el discurso del presidente de la República, Gustavo Petro, en la reciente instalación de la cuarta y última legislatura, ratifica que, dentro de la narrativa del Gobierno para reelegir su proyecto político, tendrá importante protagonismo el balance de su gestión económica. El problema está en que, como en otras áreas como la seguridad, el primer mandatario endulza y maquilla su portafolio de resultados con interpretaciones engañosas, algunas inexactitudes y un ejercicio descarado de escoger datos que le convienen.
Que la dinámica económica, en especial aquella cercana a los millones de hogares, le será favorable a la administración Petro es, cada vez más, una realidad que las cifras confirman. Asimismo, una tendencia similar experimentará la severa crisis de las finanzas públicas, convenientemente ignorada por la Casa de Nariño, pero que se convertirá en uno de los legados tóxicos de Gustavo Petro a su sucesor, sin importar su inclinación ideológica.
Es justo decir que el gobierno Petro no es el primero ni será el último en buscar cobrar como propios logros económicos que se deben más a otras instituciones, la resiliencia del empresariado privado o poderosas tendencias globales. Lo que sí es característico de la actual administración es el despliegue de relatos populistas en torno a ataques y agresiones a los mismos actores a los que pretende apropiárseles sus acciones positivas.
Un ejemplo es el Banco de la República. “Hemos tenido un éxito enorme”, afirma el jefe del Estado al referirse a la caída de la inflación. Sin embargo, el presidente Petro, ha sido la voz más crítica de la estrategia de cautela que ha ejercido la junta directiva del Emisor en política monetaria. La consistencia en ese abordaje prudente ha derivado en la senda descendente que hoy cobra el Ejecutivo.
Otro ejemplo es el positivo desempeño del sector agrícola. Las actividades agropecuarias se convirtieron en motores de la recuperación de la economía, en especial, debido al dinamismo de la industria cafetera. Si bien el discurso presidencial asocia ese comportamiento sectorial a la entrega de tierras, las cuentas macroeconómicas identifican al cultivo permanente de café como jalonador de esta rama en particular.
Más allá de que los colombianos no sientan la economía en mala forma, el tono triunfalista del discurso presidencial choca con la realidad de la mayoría del sector empresarial. El entorno incierto, la caída en la inversión y la creciente preocupación en ciertas ramas económicas permanente atacadas por el Gobierno desmienten esta narrativa exitosa que empezará a mover el Gobierno para reelegir su proyecto en el 2026.
Más aún, iniciativas público-privadas que Petro movió con empresarios, como el Pacto por el Crédito con Asobancaria y el sector financiero, hoy son repudiadas por el mismo mandatario a pesar resultados que superan los $115 billones. En conclusión, las ‘cuentas alegres’ del gobierno Petro- que ya en el pasado descarrilaron las finanzas públicas, serán promovidas como muestra de una economía “pujante”. Al sector empresarial le corresponderá luchar con datos contra ese relato.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/datos-y-relatos-editorial-635872



