En lo corrido del año la economía registra un desempeño positivo que hay que proteger, sin ignorar nubarrones en varios frentes, ni cantar victoria.
El crecimiento de la economía, junto con la inflación a la baja y la dinámica del consumo de los hogares, se han convertido en las cartas más fuertes del gobierno Petro con miras a la anticipada campaña electoral de 2026. Aún con inexactitudes, aseveraciones engañosas y un desconocimiento de los riesgos, las estadísticas oficiales confirman que una senda económica positiva acompañará el debate con miras a los comicios presidenciales.
Una muestra de lo anterior es el más reciente informe del Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) de mayo pasado y a cargo del Dane. De acuerdo a este índice que mide la evolución de la actividad económica en el corto plazo, en el quinto mes de este año se registró un crecimiento del 2,81 por ciento con respecto al mismo período de 2024 y, en lo corrido del año, el acumulado reporta 2,44 por ciento frente al año anterior.
Las actividades productivas estuvieron impulsadas por los servicios, en especial por el comercio, transporte y alojamiento. Este repunte de los sectores comerciales minoristas y al por mayor, sumado a hotelería, la gastronomía, el entretenimiento, las actividades recreativas y otras ramas terciarias, constituyen los motores que jalonan el comportamiento positivo. A lo anterior se añade la robustez en el consumo de los hogares que viene sosteniendo estas dinámicas y al que hay que blindar para lo que resta del año, en materia financiera, créditos y tasas de interés atractivas.
Esta fotografía de la economía debe asimismo incorporar al sector agrícola, de destacado desempeño en el primer trimestre del año, con énfasis en el cultivo permanente de café que aumentó 31,3 por ciento. Otro aspecto positivo incluye al arranque de la recuperación de los indicadores de las actividades industriales manufactureras. Tras varios períodos en rojo, la producción real de la industria, así como sus ventas reales, han mostrado recientemente señales de reactivación.
No obstante, en este panorama no pueden faltar los nubarrones en el horizonte que despiertan alarmas. Esta recuperación económica se beneficiaría mucho, en términos de creación de empleo y de encadenamientos productivos, de un quiebre de tendencia en la construcción. Varios indicadores sectoriales, incluidas las ventas, reportan niveles similares a los registrados hace una década. La caída en la vivienda, especial en la social, debe llamar la atención del Gobierno y reversar decisiones como el fin de los subsidios para el programa ‘Mi Casa Ya’.
Otro aspecto preocupante es el descenso de la rama de explotación de minas y canteras que recoge las dificultades que enfrentan hoy en día las industrias extractivas. La economía nacional requiere de un sector minero y de hidrocarburos en buena salud, atractivo a la inversión foránea, capaz de generar regalías y desarrollo local y crucial en la autosuficiencia y la seguridad energética del país. Sin embargo, la realidad es todo lo contrario: un entorno hostil donde estas actividades estratégicas son amenazadas con el marchitamiento.
Las buenas noticias sobre el desempeño de la economía en general son reales y el Gobierno está en su derecho de cobrarlas y construir una narrativa electoral alrededor de ellas. Lo que no es aceptable es endulzarlas con inexactitudes y falsedades ni ignorar convenientemente alertas sectoriales y de fenómenos como la informalidad y la débil inversión. Tampoco es prudente un excesivo triunfalismo alrededor de unos resultados económicos que pueden mejorar aún más y que están dejando rezagados a importantes sectores.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/sin-triunfalismo-editorial-635959



