Colombia exporta US$1.100 per cápita, mientras Chile pasa de US$4.000. Sin estrategias para multiplicar la cifra, seguiremos condenados al rezago.
En América Latina, los países que más han logrado aumentar la calidad de vida comparten un rasgo común: una fuerte vocación exportadora. Exportar no es solo vender, es multiplicar oportunidades, subir salarios y abrirle espacio a nuevas industrias.
Chile y México son ejemplos contundentes. En 2023, cada chileno “exportó” en promedio US$5.000, mientras que cada mexicano superó los US$4.500. Ambos países apostaron por sectores dinámicos: minería y agro sofisticado en el caso chileno y manufactura integrada a Norteamérica, en el mexicano. El resultado se refleja en un PIB per cápita mucho más alto que el colombiano y en una inserción productiva más robusta.
Costa Rica, con US$3.500 en exportaciones per cápita, muestra que no se necesita un tamaño descomunal para dar el salto. Su industria de dispositivos médicos la colocó en la liga de naciones que compiten con valor agregado. Uruguay y Perú, por su parte, con niveles entre US$1.700 y US$3.300, también avanzaron gracias a agroindustria y minería, siempre acompañados de políticas logísticas que facilitan la salida de sus productos.
Colombia, en cambio, apenas llega a los US$1.100 en exportaciones per cápita de bienes. Sumando servicios -turismo, call centers, software y audiovisuales- la cifra apenas mejora a US$1.400. En Costa Rica, en cambio, los servicios ya representan más del 40 % del total.
Como advirtió Analdex, no podemos seguir confiando en unos pocos rubros tradicionales: se requiere un salto hacia manufacturas, agroindustria de alto valor, tecnología y servicios globales. El contraste también se observa en Brasil. Aunque exporta más de US$340.000 millones, su población lo deja en apenas US$1.600 per cápita. La diferencia es que Brasil cuenta con un enorme mercado interno que sostiene su crecimiento, mientras que Colombia, sin esa ventaja, necesita abrirse al mundo con más y mejores exportaciones o quedará atrapada en el estancamiento.
Los números lo prueban: exportar más es la vía más rápida para crecer con equidad. Un país que duplica sus exportaciones per cápita en una década aumenta ingresos, reduce vulnerabilidad externa y genera empleo de calidad. Pero Colombia debe ser más ambiciosa: triplicar la cifra en 10 años, pasando de US$1.100 a US$3.000 por habitante. Solo así podremos acercarnos a nuestros pares.
La oportunidad está servida en dos regiones históricamente vistas como periferia, pero que deben ser bisagras de nuestra internacionalización: el Caribe, con acceso a EE. UU. y Europa, puertos estratégicos y la naciente industria de energías renovables; y el Pacífico, con salida directa a Asia, recursos pesqueros y riqueza biológica, base para una bioeconomía de futuro.
Una estrategia exportadora debe poner a estas regiones en el centro, invirtiendo en puertos, conectividad férrea, certificaciones sanitarias y financiamiento a nuevas apuestas. Exportar más no es un fin en sí mismo: es el medio para que los colombianos vivan mejor, para que las ciudades tengan más ingresos y para que el campo se convierta en protagonista del desarrollo.
Los países que entendieron esta ecuación avanzaron en bienestar. Colombia aún está a tiempo de sumarse a ese club, pero necesita abandonar la complacencia y asumir que sin exportaciones per cápita mucho más altas, seguiremos condenados a crecer por debajo de nuestro potencial.
JAIME PUMAREJO HEINS
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/editorial-portafolio-de-espaldas-al-mundo-639638



