Economía plateada: el Fondo Monetario Internacional analiza sus posibilidades

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El organismo evalúa los escenarios que trae consigo el envejecimiento de la población. Análisis de Ricardo Ávila.

Cuenta la mitología griega que Glauco era un pescador en la población de Antedón, quien por azar comió una planta que le dio la inmortalidad y acabó convirtiéndose en divinidad del mar. En el mundo de hoy no faltan quienes persiguen todavía esa quimera, en la cual se mezclan la charlatanería con los avances de la ciencia que apuntan a prolongar la existencia.

Pero más allá del debate sobre qué tanto se puede atrasar el reloj biológico, es innegable que los seres humanos cada vez viven más tiempo. Según las Naciones Unidas (ONU), en 2024 el promedio de la esperanza de vida al nacer en la Tierra superó los 73 años, un avance de ocho años frente al dato de 1995 y de casi tres décadas en comparación con 1950.

Dicha progresión debería continuar, pues el organismo multilateral calcula que para mediados de siglo la cifra estará por encima de los 77 años. A pesar de las grandes disparidades de ingreso entre regiones ricas y pobres, las brechas en lo que atañe a la longevidad son menores, por lo cual se habla de un proceso de convergencia universal.

Las explicaciones de lo sucedido comienzan con el descenso de la mortalidad infantil y siguen con la vacunación masiva, la introducción de los antibióticos, la masificación del agua potable, la mejora en la nutrición y el desarrollo de más y mejores medicamentos. A lo anterior se agregan hábitos saludables que comprenden dietas más balanceadas o ejercicio regular.

Si lo señalado se combina con la caída de la natalidad en los cinco continentes, el resultado es un alza sostenida en la cantidad de adultos mayores. Por ejemplo, la ONU señala que a mediados de la próxima década los que tienen más de 80 años llegarán a 265 millones de personas en el ámbito global, un guarismo que superará el de los menores de un año.

De igual manera, aquellos con más de 65 años aumentarán en forma sostenida y sumarán 2.200 millones hacia 2070 (más del 20 por ciento del total), superando en cantidad a niños y jóvenes menores de 18 años. Casos como el de Japón hoy, con cerca de un 30 por ciento de sus habitantes por encima de la cota de 65 años, serán cada vez más comunes.

Colombia no es ajena a esa tendencia. De acuerdo con el Dane, los individuos de 60 o más años sobrepasan los 8 millones en 2025 y llegarán a ser unos 15 millones en 2050. Para ese momento, la proporción de personas de la tercera edad en el territorio nacional superará a una cuarta parte de la población total.

Semejante transformación merecería un debate mucho más extenso. Para el profesor británico Andrew J. Scott, la mayor longevidad es uno de los temas cruciales de este siglo, junto con el cambio climático o la inteligencia artificial.

A pesar de ello, se habla mucho más de los dos últimos que del primero. En opinión del académico, quizás la obsesión con no perder la juventud y el hecho de que la vejez se asocia con problemas de diversa índole hacen que la discusión quede en un segundo plano, sin importar que nos concierne a todos y cada uno de los que habitamos el planeta.

Puede ser que esa relativa indiferencia comience a disminuir. Al menos eso es lo que acaba de intentar el Fondo Monetario Internacional (FMI), que incluyó el asunto en su más reciente informe sobre las perspectivas económicas mundiales.

En medio de las tensiones por la guerra comercial y la geopolítica, el organismo aspira a que los ministros de hacienda y banqueros centrales que se verán en Washington esta semana con motivo de las tradicionales reuniones de primavera miren un poco más allá de las urgencias actuales. Por ello le dedicó un capítulo de su reporte a lo que se conoce con el término de “economía plateada”.

Más que canas

Hasta la fecha, la aproximación que predomina respecto al alza en la edad promedio de la población global es la de cómo enfrentar una gran dificultad. Numerosos trabajos académicos señalan que las perspectivas en lo que atañe a crecimiento económico y finanzas públicas son oscuras a medida que las sociedades envejecen.

El motivo es que, por una parte, la masa de individuos que forma parte de la fuerza laboral se reduce, lo cual redunda en una menor oferta de bienes y servicios. Por otra, el hecho de que haya menos gente trabajando hace mucho más difícil sostener los sistemas de pensiones y de salud pública, que parecen encaminados a la quiebra.

No obstante, dicha visión desconoce varias realidades. Para comenzar, los seres humanos no solo viven más tiempo, sino que lo hacen con una mejor salud, buena parte de ellos sin estar expuestos a enfermedades crónicas.

“Estudios recientes han documentado mejoras significativas en las habilidades físicas y cognitivas de personas por encima de los 50 años”, sostiene el reporte del FMI. Agrega que un proceso de envejecimiento más saludable “continuaría a impulsar la oferta de brazos al extender la vida laboral y mejorar la productividad de los mayores”.

Aquello de la capacidad de seguir aprendiendo no es un asunto menor. Según el Fondo Monetario, datos de una muestra de 41 economías avanzadas y emergentes muestran que una persona de 70 años en 2022 tenía las mismas aptitudes y facultades mentales que una de 53 años al comenzar el presente siglo. La conocida frase según las cual “los 70 son los nuevos 50” parece tener respaldo en la realidad.

Junto a ese avance sube de manera sustancial la probabilidad de que las personas permanezcan en el mercado laboral al momento de calificar a una jubilación, no solo por motivos de cubrir sus necesidades básicas. Diferentes encuestas muestran que la idea del retiro cuando llegan los años dorados genera reacciones ambivalentes entre los individuos, pues mientras unos desean cerrar ese capítulo, otros se deprimen por cuenta de la soledad al sentir que no son útiles, por lo cual preferirían mantenerse empleados.

Ante esa actitud, el Fondo propone una serie de políticas coordinadas que darían como resultado disminuir los cuellos de botella respecto a la mano de obra disponible, aumentar el crecimiento y disminuir las presiones fiscales previstas. Los cálculos de la entidad muestran que la combinación de estrategias compensaría tres cuartas partes del lastre que implica la transición demográfica en los próximos 25 años.

Una decisión obvia es la de aumentar la edad de retiro, algo que han hecho en particular las naciones europeas en tiempos recientes. En Alemania o Noruega, para solo mencionar un par de casos, el corte sucede a los 67 años y tendrá aumentos graduales en el futuro.

Tales determinaciones pueden verse cortas, advierten los expertos, si no vienen acompañadas de medidas complementarias. El profesor Scott subraya que en numerosos países las tasas de participación en la fuerza laboral empiezan a caer mucho antes, de manera que de poco sirve obligar a la gente a trabajar más si ya no lo hace.

Entre los motivos más conocidos está la dificultad de volverse a ocupar para alguien que queda desempleado al llegar a la cincuentena. Son incontables los casos de profesionales o técnicos que reparten hojas de vida infructuosamente, ante lo cual muchos prefieren abandonar la búsqueda.

Motivos como la aversión de las empresas a invertir en el entrenamiento de una persona cuyo horizonte es muy distinto al de un recién egresado de la universidad se mezclan con prejuicios de diversa índole. Uno de ellos es la creencia de que a partir de cierta edad es más difícil familiarizarse con la tecnología o aprender nuevas tareas y conocimientos.

Si se trata de sortear varias de las limitaciones existentes, como la brecha que hay con los nativos digitales, lo lógico sería cambiar el enfoque de los programas de formación para el trabajo, con el fin de que permitan certificar habilidades adquiridas de manera reciente. Tampoco estaría de más una reorientación cultural en la cual se le otorgue más reconocimiento al valor de la experiencia.

No menos importante es lo que se conoce como el envejecimiento saludable. Los buenos hábitos a lo largo de los años influyen más en el bienestar de los adultos mayores que la cercanía a un médico, algo que pasa por la debida nutrición y la actividad física.

Y el mensaje más importante de todos es que hay que saber anticiparse a lo que viene. Cada país tiene particularidades y ritmos distintos, así la tendencia en favor de poblaciones más viejas sea la misma para todos.

Futuro plateado

Semejante llamado de atención también debe ser escuchado en Colombia. Si bien el país sigue siendo joven, el desplome en el número de nacimientos después de la pandemia lleva a pensar que ciertos hechos se van a anticipar. Por ejemplo, la cantidad de personas con 80 o más años –1,1 millones, según el Dane– ya es mayor que el número de infantes de un año o menos.

Otra demostración de cómo han cambiado las cosas está dada por la cantidad de colombianos de más de un siglo de vida, que en 1953 fue de 523 individuos. Para 2023, de acuerdo con las estadísticas oficiales, ese guarismo ascendió a 19.400 ciudadanos. En otras palabras, el salto fue de 37 veces, cuando la población total se cuadruplicó en el mismo lapso.

A pesar de las evidencias, estas tienden a ser ignoradas. De tal manera, nadie se atreve a plantear un alza en la edad de jubilación, a pesar de que se demuestre que el pasivo de las pensiones será impagable para las futuras generaciones, incluso con una cobertura tan baja como la actual.

Es verdad que ahora existe un pilar solidario que debería ayudarles a cientos de miles de adultos mayores a garantizar su subsistencia. Pero aquello de prolongar la vida laboral es casi un imposible para la mayoría, a menos que se acepte una precarización de los oficios ejercidos.

Mención aparte merece la salud, cuyo naufragio se antoja como inevitable por cuenta de la crisis explícita puesta en marcha por el Gobierno actual. Más que incidir en la mortalidad, la falta de medicamentos y atención derivará en cargas para la economía familiar y mayores incapacidades para quienes incluso sufren dolencias que en otras circunstancias no serían problema.

Los errores cometidos harán más difícil remontar una cuesta que ya se veía empinada y no solamente por cuenta de los años. Entidades como la Fundación Saldarriaga Concha, que ha promovido el debate respecto a la economía plateada, destacan la importancia de construir sobre lo realizado, lo cual incluye el favorecimiento de trayectorias educativas y el emprendimiento.

Aparte de lo dicho, el análisis requiere una mirada que tome en cuenta las características regionales con el fin de aplicar estrategias diferenciales. De tal manera, los departamentos del Eje Cafetero –Caldas, Quindío y Risaralda– son los que albergan la población con la edad promedio más alta, una realidad muy distinta a la que se observa en los antiguos territorios nacionales.

Y la necesidad de actuar es urgente, entre otras, para garantizar que en Colombia suceda lo mismo que en la mayoría de las sociedades. La evidencia disponible confirma que, como señala la revista The Economist, “la vida no es un largo y lento declinar desde tierras soleadas hacia el valle de la muerte”, sino que tiene forma de U.

Puesto de manera concreta, la gente tiende a ser más feliz en las últimas décadas de su existencia, ya sea en Zimbabue o en Estados Unidos. Factores como remplazar la ambición por la aceptación pueden influir en la manera de calificar la realidad propia, en la medida en que se cumplan unas condiciones mínimas de subsistencia.

Por eso vale la pena construir un entorno mejor que el actual para los millones de colombianos que ya representan el 15 por ciento de la población y cuyo número seguirá en aumento. Solo así el inevitable envejecimiento será más motivo de tranquilidad que de angustia.

Información extraída de: https://www.portafolio.co/economia/finanzas/fmi-se-fija-en-las-posibilidades-de-la-economia-plateada-analisis-de-ricardo-avila-628303

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