Este patrón revela una economía sostenida por gasto y no por productividad.
Esta semana se conoció que la economía creció 3,6% en el tercer trimestre, superando las expectativas y marcando el mejor desempeño en tres años, generando un ambiente de entusiasmo que no debe ocultar las fragilidades que persisten. El repunte se explica -como ha sido desde hace varios trimestres- principalmente por el consumo privado y el gasto público, mientras que sectores estratégicos como minería y construcción siguen en rojo.
Este patrón revela una economía sostenida por gasto y no por productividad, lo que sigue planteando riesgos serios para el mediano plazo. El gasto estatal alcanzó niveles históricos, impulsando actividades como administración pública, educación y salud, que subieron 8%. El comercio avanzó 5,6%, reflejando una demanda interna vigorosa.
Pero detrás de este dinamismo hay señales preocupantes: la regla fiscal sigue suspendida, el déficit ronda el 7% del PIB y la deuda pública se expande. No en vano gremios como AmCham Colombia insisten en que la cifra “no maquilla” la fragilidad fiscal ni la falta de confianza para atraer inversión.
De hecho, el capital foráneo directo desde EE. UU. ha caído 15% este año, golpeado por incertidumbre regulatoria y falta de seguridad jurídica. Además, la estructura del crecimiento es desequilibrada. El grupo de minas y canteras retrocedió más 5,7% y la construcción sigue en terreno negativo, con caídas en edificaciones que comprometen la oferta de vivienda y la generación de empleo. La industria muestra señales positivas, pero insuficientes.
A esto se suma un déficit comercial creciente: las importaciones crecen al doble que las exportaciones. Para transitar una ruta sostenible primero hay que recuperar la disciplina fiscal, restableciendo la regla fiscal y diseñando un plan creíble para reducir el déficit fiscal sin frenar la inversión social.
Segundo, generar confianza para atraer capital con reglas claras, seguridad jurídica y estabilidad macroeconómica. Tercero: seguir diversificando la matriz productiva y fortalecer la competitividad exportadora. Cuarto, impulsar la inversión privada en infraestructura, innovación y transición energética, con incentivos tributarios y regulatorios.
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/el-impulso-debe-ser-sostenible-483514
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