El lujo es un motor silencioso de la economía

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Las marcas de lujo juegan un papel clave en la economía de mercado, desconocer su calidad y fama, es no entender que el consumidor siempre aspira a comprar prestigio social.

Por estos días de frenesí arancelario se han hecho famosos en Occidente un puñado de influenciadores chinos que a través de sus cuentas en TikTok han “denunciado” que muchos de los artículos de lujo que empresas como Gucci, Prada o Lululemon, que cobran en miles de dólares o euros, son elaborados por unos pocos yuanes en alguna provincia remota de China, dejando en el ambiente que los consumidores occidentales son embaucados por las compañías dedicadas al extraño mundo del consumo conspicuo, que es el que abarca los carros deportivos de alta gama, el uso de joyas, las prendas de vestir de diseñador, incluso las obras de arte, que son identificados como símbolos de estatus y exclusividad. También se puede ampliar a la participación en eventos, torneos, reuniones en donde se dan cita los ricos y famosos y que denota posición social.

En pocas palabras es la economía del lujo, de la exclusividad de la que habló a comienzo del siglo XX, el filósofo y economista estadounidense, Thorstein Veblen, quien impulsó sus ideas de que trabajar para adquirir y exhibir riqueza, con el fin de ganar estatus, es una fuerza impulsora del desarrollo de la cultura y la sociedad, sentencia que, olviden o no, conocen los influenciadores chinos.

Es pura y dura sociología económica basada en las clases sociales; Veblen, un institucionalista visualizaba una clase social alta que se dedicaba al ocio, exacerbaba su consumo y hacía gala de la ostentación, es decir, se movía en la franja aspiracional a la cual alentaban las grandes marcas que hoy por hoy dominan la economía del lujo, que para países como Italia, Suiza o España, son fundamentales para su PIB.

La avalancha de videos virales sobre el costo de producir lujo y lo que cuesta fabricarlo ha desatado un debate sobre la autenticidad y el origen de la ropa y los accesorios de lujo. Muy a pesar de llevar etiquetas de “Made in France” o “Made in Italy”, casi todos los productos son chinos, lo que deja la sensación de estar timando a los consumidores aspiracionales que buscan estatus.

No es tan simple: las marcas centenarias del lujo y otras que han ido emergiendo, son costosas porque tienen protocolos de fabricación, muchas son sostenibles, no emplean menores de edad en sus factorías, así sean en Asia y, por lo general, están patentadas en sus textiles, colores o diseños. Muchas empresas colombianas también fabrican en China para poder competir en precio, básicamente por mano de obra y competitividad, pero es casi seguro que cumplen con normas internacionales de calidad y respeto por el ser humano, su entorno y el ambiente.

No tienen razón los influenciadores chinos al dejar la sensación de que el sobrecosto es pura ilusión social y que se podría tener aspiraciones más baratas, comprando directamente a ellos sin pasar por las casas de moda italianas, inglesas o estadounidenses. Las grandes marcas de lujo garantizan su calidad, así fabriquen en China, detrás de su logo hay una manera sostenible de hacer las cosas, por eso se paga caro, porque tienen gobiernos corporativos que velan por el futuro de compañías centenarias.

Es cierto que una prenda de vestir cara o barata cumple el mismo papel de resguardar el cuerpo del frío, el sol o el viento, pero siempre habrá unas mejores que otras, unas más aspiracionales que dan estatus, que otras, y esa ilusión es una industria millonaria que no tiene por qué ser destruida.

Información extraída de: https://www.larepublica.co/opinion/editorial/el-lujo-es-un-motor-silencioso-de-la-economia-4112702

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