El fortalecimiento del mercado de capitales debe entenderse como política de desarrollo, no como un tema reservado a corredores de bolsa.
En Colombia se habla mucho de déficit fiscal, de tasas de interés o del dólar, pero poco del engranaje que permite que el ahorro se convierta en inversión: el mercado de capitales. Sin un sistema financiero profundo y confiable, que conecte a quienes ahorran con quienes invierten, no hay crecimiento sostenido ni productividad posible. Y el país, pese a su tamaño y sofisticación económica, sigue teniendo un mercado de capitales pequeño, concentrado y débil.
El mercado de capitales es, en esencia, el espacio donde empresas, gobiernos locales y proyectos buscan financiamiento más allá del crédito bancario. Allí se emiten bonos, acciones y se estructuran fondos de inversión que movilizan recursos de largo plazo. Su buen funcionamiento depende de dos pilares: emisores que confíen en colocar sus títulos y demandantes institucionales -como fondos de pensiones, aseguradoras o inversionistas individuales- dispuestos a comprarlos. Sin embargo, hoy ambos están en crisis: las emisiones corporativas de deuda son escasas, la liquidez bursátil se ha reducido a mínimos históricos y los inversionistas institucionales se ven amenazados por reformas o regulaciones inciertas.
Un país que no canaliza su propio ahorro hacia proyectos productivos termina importando capital caro y volátil. Por eso, el fortalecimiento del mercado de capitales debe entenderse como una política de desarrollo.
En Chile, los fondos de pensiones y aseguradoras fueron claves para crear un mercado de deuda robusto que financió infraestructura, vivienda y expansión empresarial. Este y otros países demostraron que un mercado de capitales fuerte multiplica inversión y reduce la dependencia de la deuda pública.
Colombia podría seguir ese camino si logra construir confianza y profundidad. El primer paso es ampliar la base de emisores: permitir que municipios, empresas medianas, proyectos de energía o economía verde puedan financiarse con bonos locales bajo reglas claras. El segundo es fortalecer la demanda: los fondos de pensiones, aseguradoras y fondos mutuos deben tener condiciones e incentivos para invertir internamente. También se necesita una agenda de educación financiera y plataformas digitales que acerquen a pequeños inversionistas al mercado, reduciendo la concentración de capital y fomentando una cultura de ahorro.
Otro frente es la regulación. Se requiere un marco más estable y técnico, que promueva liquidez, simplifique procesos de emisión y genere confianza entre emisores e inversionistas. Las reglas deben premiar la transparencia, sin castigar la innovación. La BVC y la Superfinanciera podrían liderar un esfuerzo conjunto con Hacienda y el Emisor para construir un plan nacional de desarrollo del mercado de capitales, con metas verificables en profundidad, liquidez y participación.
El desafío final es cultural. En Colombia, el ahorro de los hogares es bajo y está concentrado en cuentas bancarias de corto plazo. Pocos ven los bonos o fondos de inversión como una opción segura y rentable. Sin participación ciudadana y sin diversificación de instrumentos, el mercado de capitales seguirá siendo un asunto de pocos y para pocos. Convertirlo en motor del desarrollo exige integrar la confianza del ciudadano, la visión del Estado y la capacidad técnica del sector financiero.
Si el país quiere financiar su transición energética, obras de infraestructura y la expansión productiva sin más deuda externa, necesita mirar hacia adentro. El ahorro nacional no puede dormir en cuentas corrientes: debe moverse, invertirse, generar valor. Un mercado de capitales moderno, transparente y dinámico es la mejor herramienta para lograrlo. Ignorarlo es condenar a la economía a crecer siempre por debajo de su potencial.
JAIME PUMAREJO HEINS
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/editorial-portafolio-el-musculo-olvidado-641551



