Como fue el caso de las proyecciones del informe WEO de abril de 2020, existe un grado de incertidumbre inusitadamente elevado en torno a estas proyecciones. Las proyecciones de base se fundamentan en presunciones críticas sobre las secuelas de la pandemia. En las economías con tasas de infección decrecientes, la ralentización de la trayectoria de recuperación contemplada en los pronósticos actualizados refleja un distanciamiento social persistente a medida que nos adentremos en el segundo semestre de 2020; mayores cicatrices (daño al potencial de oferta) debido al hecho de que la actividad sufriría más de lo previsto durante el confinamiento instituido en el primer y segundo semestres de 2020, y un golpe a la productividad a medida que las empresas que sobrevivan incrementen las necesarias prácticas de seguridad e higiene en los lugares de trabajo. En las economías con dificultades para controlar las tasas de infección, un confinamiento más prolongado infligiría más daños a la actividad. Además, el pronóstico presume que las condiciones financieras —que se han distendido desde la publicación del informe WEO de abril de 2020— se mantendrán generalmente a los niveles actuales. Claramente, es posible que el desenlace sea diferente del contemplado en la proyección de base, y no solo debido a la manera en que está evolucionando la pandemia. La magnitud del reciente repunte del optimismo de los mercados financieros parece estar desconectada de la evolución de las perspectivas económicas fundamentales —como lo señala la Actualización de junio de 2020 del Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR)—, y eso plantea la posibilidad de que las condiciones financieras se endurezcan más de lo que supone la proyección de base.
Puede ver más detalles de este informe en el siguiente enlace: https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/06/24/WEOUpdateJune2020.