¿Para dónde se fueron los negociadores del TLC con EE.UU. que no hablan de lo que está sucediendo con lo firmado veinte años después? El tema amerita otros puntos de vista
La noticia económica por allá en 2004 era la intensa negociación del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos.
Al lado de Perú y Ecuador se comenzaron conversaciones para ampliar las llamadas preferencias arancelarias en el mercado estadounidense para los países que lucharan frontalmente contra el narcotráfico y la delincuencia transnacional; en la argumentación de motivos se explicaba que si los productores de hoja de coca tenían la oportunidad de exportar café, bananos, flores y algunos cereales como maíz o frijol, dejarían el delito y se volcarían a exportarle sus productos a Norteamérica; es más, se diseñó un programa de ayudas financieras con el nombre de “Agro Ingreso Seguro”, nutrido de fondos de ayuda americana.
Ecuador fue el primero que se salió de las conversaciones colectivas, o no aguantó el ritmo de negociación de peruanos y colombianos, que más tarde también se separaron y empezaron a negociar cada uno por su lado.
Los principios fundamentales fueron el aumento de exportaciones colombianas hacia Estados Unidos; la diversificación de productos; la repotenciación de Estados Unidos como el principal inversionista extranjero en Colombia; el desarrollo de sectores primordiales como la agricultura; y la necesaria transferencia tecnológica de las empresas americanas hacia Colombia.
Finalmente, el Tratado de Libre Comercio entre la República de Colombia y los Estados Unidos de América, fue firmado el 22 de noviembre de 2006 y comenzó el 15 de mayo de 2012. Nadie dudaba que el mercado estadounidense era la panacea para los exportadores colombianos y representaba una plataforma diversificada para comercializar productos de alta competitividad.
La tarea era diversificar exportaciones y fortalecer la base productiva para ampliar lo que siempre habían hecho los sectores tradicionales del petróleo y el café. Pero lo más importante era la prometida estabilidad en las relaciones comerciales con EE.UU., un ambiente seguro para hacer negocios con el motor de la economía mundial; era la fase de un marco legal de comercio fluido, sin barreras arancelarias, más nunca nadie vio lo que sucedería solo dos décadas después.
Las negociaciones con EE.UU., en tiempos de Trump son a otro precio, para él no existen tratados ni compromisos; su primer año de gobierno estará marcado ineludiblemente por el llamado “Día de los aranceles”, -viernes pasado- cuando liberó la lista de gravámenes para los distintos países, acuñados con fuertes amenazas: a Brasil, por el juicio contra el expresidente Bolsonaro; y ha amenazado a la Unión Europea con elevarle las tasas a 35% si no invierten en EE.UU. unos US$600.000 millones; además, ha hablado de imponer aranceles de 250% a las farmacéuticas si no avanzan en su modelo de negociación.
De nada se vale pelear, ni mucho menos subirse al ring en una guerra comercial con el país, que además de ser el primer socio comercial de US$15.000 millones de compras, es el garante de la seguridad que brinda ayuda permanente a las fuerzas militares en la crónica guerra con el narcotráfico. Pero sí se debe oír a los negociadores que hace 20 años dijeron que esos acuerdos no los podían cambiar unilateralmente los gobiernos de turno. Quizá sea el momento para hacer un TLC 2.0 que interprete las necesidades de los dos países de hoy.
Información extraída de: https://www.larepublica.co/opinion/editorial/por-que-nadie-habla-del-tlc-con-ee-uu-4196635



