En manos del Gobierno y, en menor grado, del sector privado, está la construcción de una relación binacional ajustada a la nueva realidad de EE. UU.
Pasado el impacto de los resultados de las elecciones en Estados Unidos, comienzan tanto los balances de qué pasó en la histórica jornada electoral, como las consecuencias, internas y externas, de un segundo período presidencial de Donald Trump. En el primer frente los sondeos de boca de urna, en especial en los llamados estados indecisos o battlegrounds, resaltan la importancia de la agenda económica, la inflación y la inmigración como factores para el extraordinario desempeño republicano en latinos, afros, hombres jóvenes y otros grupos demográficos.
Otras explicaciones apuntan al desgaste de la administración Biden -con alta desfavorabilidad- a pesar de una economía dinámica y un generoso paquete de estímulos e incentivos para la reactivación. Los seguidores de Trump atribuyen su contundente regreso a una validación de sus posturas radicales y populistas en materia de migrantes, minorías, derechos de las mujeres y contrapesos democráticos.
Lo cierto es que, desde un país como Colombia, la discusión debe enfocarse en cómo poder construir una relación con Washington ajustada a esa nueva realidad política de un segundo cuatrienio trumpista. EE. UU. es el principal aliado comercial y diplomático del país y esta importancia debe constituir el cimiento sobre el cual edificar cualquier estrategia. De acuerdo a cifras del Dane, solo en septiembre, las exportaciones nacionales a ese país sumaron más de US$1.334,6 millones, un tercio del total.
A los lazos comerciales hay que añadirles la multimillonaria cooperación y asistencia económica, así como los recursos destinados a temas de lucha contra el narcotráfico, seguridad, administración de Justicia e implementación de los acuerdos de Paz. A pesar del abandono en términos de prioridad de política exterior en el que Washington tiene a América Latina -lo que ha abierto la puerta a China y Rusia- Colombia goza de un consenso bipartidista en el Capitolio y la Casa Blanca.
Mantener ese consenso en la nueva era de Trump demandará tanto de ajustes a la agenda colombiana como de un esfuerzo estratégico y proactivo de la Cancillería y de la embajada en Washington. Senadores y congresistas -amigos viejos del país y nuevos como el republicano Bernie Moreno, de origen colombiano- necesitan conocer y percibir de este nuevo abordaje.
La primera reacción del presidente Gustavo Petro a la victoria de Trump muestra que hay mucho trabajo por hacer. “El diálogo norte-sur sigue vigente y la realidad del colapso climático hará que gire alrededor de su solución”, trinó el primer mandatario. Evidentemente, no serán asuntos como éstos los que sirvan en el futuro de ‘puente’ entre el gobierno Petro y la administración Trump. De hecho, parte crucial de ese esfuerzo de agenda está en definir las posiciones colombianas a temas complejos y probablemente inevitables como el futuro de Venezuela y un mayor control al tránsito de migrantes en el Darién.
El gobierno de Petro debe enfilar baterías a proteger los logros comerciales en la relación con EE. UU., ante la promesa de Trump de implementar medidas de corte proteccionista y elevar aranceles. Mientras renegociar el TLC no suena un camino sensato en este momento, profundizar en las oportunidades comerciales de más de 100 productos con las normas vigentes podría dar resultados más positivos. En resumen, un ajuste de agenda con énfasis económico, en alianza con el sector privado y empresarios, lejana de los pulsos populistas de Trump 2.0. Falta que al gobierno Petro le guste este ajuste.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/carta-del-director-editorial-reforma-laboral-y-pymes-616312