El martes pasado en Estados Unidos sucedió lo que múltiples encuestas predijeron, pero pocos creyeron posible hace tres años: el expresidente Donald Trump ganó las elecciones primarias del partido Republicano en Iowa con 30 p.p. por encima de su más inmediato rival. Tras reclamar un fraude que no sucedió y haber instado y omitido reaccionar el asalto de enero 6, 2021 al Capitolio, Trump enfrenta cuatro investigaciones criminales y 91 cargos en torno a falsificación de documentos financieros, mal manejo de documentos confidenciales e intentos de desacreditar las elecciones de 2020.
El triunfo del ex ocupante de la Casa Blanca es el primer paso para obtener la nominación a la candidatura presidencial por los republicanos para los comicios de noviembre próximo. Si bien este camino victorioso podría frenarse en la siguiente primaria del estado de New Hampshire este martes ante la ex gobernadora Nikki Haley, el escenario más probable es que Donald Trump se enfrente al actual presidente demócrata Joe Biden en una reedición del pulso de las pasadas elecciones.
Una segunda versión de Biden versus Trump no es el escenario favorito de los estadounidenses. Ninguno de los dos cuenta con una imagen favorable mayoritaria y su elevada edad, en especial los 81 años del presidente Biden, se ha convertido en una desventaja. Mientras Trump ratifica el control que ejerce sobre los seguidores del partido Republicano, Biden enfrenta el poco entusiasmo que despierta su gestión, con particular énfasis en la economía -a pesar de recientes mejoras-, migración y relaciones internacionales.
Tanto Trump como Biden son candidatos presidenciales con falencias. Solo hasta mediados de año se oficializará esta eventual segunda versión de unas elecciones presidenciales en EE. UU. que generarán consecuencias.
En retos como el de la ayuda a Ucrania en la guerra con Rusia o la posición a favor de Israel en el conflicto en Gaza, las cartas demócrata y republicanas son distintas. Igual en la aproximación a la creciente fragmentación en el comercio global, los aranceles y el proteccionismo a ciertas industrias estratégicas, la competencia con China, los recortes de impuestos. Aunque falta mucho para la oficialización de la repetición histórica de este pulso electoral Trump-Biden, no se ve en el panorama algo que sea capaz de descarrilarlo.
FRANCISCO MIRANDA HAMBURGER