Las medianas y pequeñas empresas del país se verían afectadas por el proyecto de ley en curso, tanto en sus costos como en su supervivencia.
Continúa su tránsito en el Congreso de la República el proyecto de ley de reforma a las normas laborales en Colombia. Si bien ya se avizoran unos fuertes bloques de oposición entre los legisladores de la cámara alta, no son pocas las voces de centros de estudios, tanques de pensamiento económicos y otros analistas que alertan sobre consecuencias negativas de varias medidas incluidas en la iniciativa gubernamental.
“Tenemos toneladas de literatura sobre los efectos nocivos de la reforma laboral y, sin embargo, ésta se encuentra en curso”, afirmó Roberto Steiner, codirector del Banco de la República, en la celebración de los 50 años de Anif. Las advertencias sobre los impactos de elevar los costos laborales de las empresas y los beneficios para los hoy empleados han sido levantadas por meses y en todos los tonos, así como la ausencia de disposiciones efectivas para la creación de nuevos puestos de trabajo y la reducción de la informalidad.
Precisamente en este último frente cabe preguntarse sobre cómo esta reforma laboral en trámite legislativo afecta, en específico, a las medianas y pequeñas empresas. Las pymes, sumadas a los micronegocios, constituyen más del 90% del tejido empresarial colombiano y responden por alrededor del 80%. Aunque el aumento en los costos de contratación y las nuevas inflexibilidades que introduce el articulado impactan a todo el sector empresarial, son las unidades más pequeñas las más vulnerables a estas distorsiones.
De hecho, de acuerdo a Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, “la reforma laboral encarece el empleo formal. Esto afectará especialmente a los microestablecimientos comerciales, cuyos costos operativos son un 12%”. A lo anterior se debe añadir la mayor vulnerabilidad de algunos sectores productivos, por razones de intensidad de mano de obra y necesidad de horas extras, a este tipo de medidas sobre los costos laborales, de acuerdo con un reporte de Corficolombiana, como el comercio, las actividades profesionales y administrativas, los servicios de salud y las industrias manufactureras.
En otras palabras, el tamaño sí importa en la capacidad que tendrán cientos de miles de medianas y pequeñas empresas de absorber estos aumentos en sus costos de nómina, en momentos de dificultad en la economía colombiana.
Como si fuera poco, las pymes y los micronegocios enfrentan retos de corte estructural, no sólo para la contratación formal de personal sino también para la formalidad empresarial.
Lo mínimo que cabría esperar de una reforma al actual mercado laboral colombiano, afectado por la informalidad, la baja productividad y la inequidad, son disposiciones que mitiguen o aborden esas problemáticas. De hecho, reformas anteriores, como la de 2012, que redujo los costos laborales, derivó en aumentos sostenidos en formalidad. Una realidad laboral como la colombiana, con el 56% de los trabajadores informales, junto a un porcentaje aún mayor de informalidad empresarial, debería conducir a discusiones parlamentarias que no limitaran sus beneficios a la minoría afortunada que hoy cuenta con un empleo formal.
La invitación a los senadores de la República es a analizar el articulado del proyecto de reforma laboral con la mira puesta en la conveniencia de elevar los costos laborales, de inflexibilizar los contratos de aprendices de Sena y de aumentar estas cargas. También a no olvidar a las pymes, que se verían empujadas a una mayor informalidad, e incluso a la inviabilidad económica, en momentos de reactivación y de urgencia de crear puestos de trabajo.
FRANCISCO MIRANDA HAMBUGER
Información extraída de: https://www.portafolio.co/opinion/editorial/carta-del-director-editorial-reforma-laboral-y-pymes-616312