El Gobierno ya tiene los primeros trazos del Presupuesto para su último año de mandato y lo va a financiar con otra tributaria, los lunares son poca gestión y escaso ahorro
El Gobierno Nacional trabajó este año con un Presupuesto que no le aprobó el Congreso de la República y que de paso se comprobó, por primera vez en la historia reciente, que no pasa nada si el proyecto de ley más importante de cada legislatura -Presupuesto General de la Nación- va con el visto bueno del Senado y de la Cámara.
La crispación política y el distanciamiento entre Ejecutivo y Legislativo vaticinan que este año sucederá lo mismo, pues el ambiente en las comisiones económicas no es el mejor para discutir el Presupuesto, es decir, las cuentas de gastos de ingresos para los últimos 12 meses.
No es mala la idea, y así se hace en la mayoría de los gobiernos de la Ocde, que el Presupuesto General de la Nación se discuta simultáneamente con el proyecto de financiación, incluso en varios países es el evento político y económico de mayor difusión; el año pasado, la actual administración intentó hacerlo de esa manera, pero fracasó en el intento porque la oposición se fue lanza en ristre contra la aparente tributaria camuflada en la discusión presupuestal.
Lo más probable es que esta última semana de julio el Ministerio de Hacienda repita la estrategia de radicar un solo proyecto de financiación que incluya Presupuesto para el nuevo año y sus fórmulas para financiarlo; lo que quiere decir que nuevamente traerá la tributaria por dentro.
El gran motivo de discordancia no es que se propongan ajustes en los tributos, en especial para el sector económico de los juegos de azar en línea y a las plataformas de comercio electrónico o los arrendamientos vía internet y otras actividades de consumo de moda, el problema está en que el gobierno de turno pide plata para inversión social, pero los distintos ministerios no copian, no ejecutan o no saben cómo llevar ese dinero a proyectos de transformación en cada uno de los sectores.
En pocas palabras, piden plata para no ejecutarla o entregarla en contratos no muy concretos. Al Ministerio de Hacienda le ha costado mucho trabajo acelerar la ejecución presupuestal, no obstante, el mayor lunar no es que no ejecuten, sino que no ahorran. No hay un plan serio de reducción de entidades que no hacen nada ni sirven para nada; mucho menos un compromiso de desacelerar la masiva contratación de funcionarios públicos supernumerarios sin contratos a largo plazo.
El Dane en sus cifras oficiales ha demostrado que la administración pública ha jugado un papel importante en la generación de empleo y que juega un rol importante en el crecimiento del PIB, pero el grueso de esas actividades se hace con base en más impuestos y no en eficiencia pública.
Si realmente el Gobierno Nacional quiere cerrar con broche de oro su último año al frente de las finanzas públicas tiene que reducir el déficit fiscal ya proyectado en 7% del PIB, es decir, gastarse menos de lo que le ingresa y acelerar la reactivación de los sectores que más pagan impuestos como son construcción, infraestructura, minas, petróleo e industria.
Es muy simple: si se van a cobrar más impuestos, por lo menos debería haber un plan de incentivos para los sectores que más pagan tributos y dejar de pensar que es la administración pública la que genera riqueza. Los presupuestos deben ir financiados para no profundizar más la distancia entre ingresos y gastos y esmerarse en que las actividades productivas, grandes contribuyentes, tengan un ambiente de mayor crecimiento.
Información extraída de: https://www.larepublica.co/opinion/editorial/una-tributaria-sin-mas-ahorro-no-es-racional-4190818



